Considerando al medio ambiente no solo como el espacio en el que se desarrolla la vida, sino como un complejo sistema de relaciones entre factores de orden natural, social y cultural, y entiendo por conciencia (del latín conscientia 'conocimiento compartido') el conocimiento que un ser tiene de si mismo y de su entorno, podemos decir, en parte, que hablamos de conciencia ambiental como de un valor a desarrollar por cada uno de nosotros como individuos inmersos en un ambiente que nos afecta directamente y sobre el cuál tenemos influencia. A partir de este enfoque podemos articular dos elementos: conocimiento y acción.
Idealmente la información y divulgación sobre cuestiones ambientales debería ser una constante en las temáticas escolares y de los medios comunicacionales, además de ser alentadas por gobiernos y ONGs. Pero no todo es ofrecer y recibir información. Tenemos como individuos y como sociedad la responsabilidad y la posibilidad de generar acciones que repercutan favorablemente en nuestro medio ambiente y, por tanto, en nuestra calidad de vida.
Ya sea en el ámbito doméstico o en mayores escalas, podemos encontrar principios útiles para incorporar a nuestra conducta, como el llamado principio de las 3 R: